En la vida real y durante la guerra, Gila fue fusilado en 1938 junto con un grupo de republicanos en Valsequillo (Córdoba) por un pelotón borracho. El humorista no fue alcanzado por ninguna bala y se hizo el muerto hasta que pudo huir por la noche. Poco después, en diciembre de 1938, fue hecho prisionero e internado hasta mayo de 1939 en un campo de prisioneros, donde coincidió con el poeta Miguel Hernández. Pasó después por los penales de Yeserías, Carabanchel y Torrijos, y a continuación cumplió un servicio militar de cuatro años.
Monologo del Gran Gila, quien narra su vida desde que nació.